martes, 26 de noviembre de 2013

Cuento mágico

Toda mi vida se concentra en este lugar y en este momento. Toda la historia del Universo ha ocurrido para llegar aquí y ahora.
         Voy paseando por la calle. Observo mis pisadas en la tierra. Los edificios toman movimiento hacia atrás. Las columnas de los pórticos de la iglesia se mueven en dirección contraria al fondo.
Siento mi cuerpo como parte de todo esto, y mi mente lucha por recordar situaciones imaginarias.
Yo no soy mi trabajo, yo no soy mi casa, yo soy. El eterno mundo mental y el mundo real, yo, aquí, ahora. 
Voy por la calle y se me acerca un curioso personaje.
-         “¡Hay un bosque mágico, no muy lejos de aquí!”, me dice.
¿Un bosque mágico?. ¡Yo soy magia!

Decido informarme, y sin saber muy bien dónde voy, me dirijo  hacia el bosque.

Después de un largo recorrido, llego a un bosque desconocido.
Llego cómodo. Todo es desconocido pero soy yo, estoy yo. Soy buscador, descubridor.
Al penetrar en el bosque descubro una espesa y acogedora capa de hierba a mis pies, grandes y pequeños árboles, flores y plantas de todo tipo y tamaño. Todo ágil, agradable, acogedor.
La suave brisa mueve ligeramente toda la vegetación y a mí, también. De hecho, ya no tengo mi cuerpo. Soy una planta más, aunque no sé qué forma tengo.

La brisa comienza a bailar marcando movimientos y sonidos diferentes. Todo baila a mi alrededor. Yo bailo a su alrededor.
El aire marca el espacio entre las plantas, pero, en vez de separar las formas, las une. Todo se convierte en un perfecto concierto no escrito de movimientos y sonidos.
Me muevo incansable y todo se mueve a mi alrededor. Es un perfecto equilibrio de vida.
Arriba el cielo se mantiene inmóvil. Abajo la tierra se mantiene inmóvil. En medio, todo es movimiento. Ritmo. Baile.
La esencia del los seres del bosque ha recuperado su vida y baila.

En un momento, la tierra comienza a coger el ritmo y se une al equilibrio móvil de todos los demás. El cielo comienza a respirar nuestros alientos uniéndose a la fiesta. Recibe y da. Se ha convertido en uno más.
Ahora sí que es un perfecto concierto. Todas las cosas se convierten en una. Yo me convierto en testigo activo del fenómeno. Baile, ritmo, alegría, esencia, vida, ...
El aire se hace consciente del perfecto equilibrio instintivo y sopla más fuerte.
La extraordinaria energía es recibida por el cielo y es devuelta a la tierra. Las formas se difuminan y resplandece la esencia.
Es un gran festival no-forma en medio del cual se auto invita el sol, la luz.
Ritmo y baile me descubren, hacen que surja mi esencia, y veo que es la misma esencia que tenían oculta el resto de las formas del bosque.
El aire sigue marcando los ritmos, mientras el movimiento es acorde a ellos. Más rápido, más lento, más arriba, más abajo, a la izquierda, a la derecha, ...
Borrachera de luz, sonido y movimiento.

El aire comienza a calmarse y el todo va posándose, poco a poco, descubriendo nuevamente sus formas.

Mientras voy tomando forma, veo delante de mí, un pequeño árbol. Es, más o menos, de mi altura. Tiene la parte superior cubierta de gran cantidad de hojas doradas, y un aterciopelado musgo en su largo tallo. Me acerco y nos tocamos. No de forma suave. Nos rozamos, nos frotamos como si quisiéramos encender un cerilla
Nos descubrimos las formas y, de repente, me doy cuenta de que estoy dentro del árbol. De hecho, soy el árbol. Siento que el aire acaricia mis pequeñas hojas doradas. Hay preciosas flores escondidas entre mis hojas que rebolotean felices ante el acontecimiento. Dentro de mí, descubro que estoy yo, pero ya no soy yo, es el árbol. Árbol y yo, uno dentro del otro, el otro dentro de uno en continuo movimiento, hasta que las formas van difuminándose hasta desaparecer.

Soy sin forma, somos sin formas. Ya no somos, soy. Ya no soy, somos.
Ahora estoy aquí. El cielo me/nos sonríe, la tierra me/nos sonríe, el aire me/nos sonríe, todo el bosque me/nos sonríe, ..., ..., ...
Todas las formas vuelven a hacerse uno con la calma, con la quietud.

...   ...   ...

...   ...   ...


Voy descubriéndome surgiendo del césped, sin saber cual es mi forma, y veo el árbol dorado ya separado de mí en la forma, sonriéndome.


En un lento movimiento, comienzo a caminar, a flotar sobre la hierba.
Miro todo el bosque y sonrío en una agradecida despedida.

Salgo del bosque y me dirijo hacia mi casa.

Pasan las horas y disfruto del sueño que he vivido.
Pasan los días y disfruto de la realidad que he descubierto.

Pensaba que mi casa era la realidad y el bosque era un sueño.
Sé que mi casa es un sueño y el bosque es la realidad.

Ahora sé.

Ahora sé que el bosque está aquí.

Ahora sé que el bosque es el bosque, es esta habitación, es esta calle, es este bar, es ..., es ..., es... ES. Es YO.

Es el árbol dorado.





firmado: EL ÁRBOL DORADO (o llámame como quieras)



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